La Noche Épica de Guns N’ Roses en Bogotá: un Mensaje Imborrable

Lo que vivimos ese 7 de octubre en Bogotá, no fue un simple concierto: fue una declaración de que el rock sigue vivo y que los himnos de Guns N’ Roses son eternos.
Desde que las luces y animaciones que se implementaron durante todo el show, la anticipación era palpable. Y de repente, ese riff inconfundible... "Welcome to the Jungle". Ver a Axl, Slash y Duff juntos en el escenario desatando esa energía POSITIVA fue como entrar a una máquina del tiempo. El vocalista, Axl Rose, demostró su dinamismo no solo con su voz, sino con su estilo, haciendo varios cambios de atuendo a lo largo de la noche, pasando de una chaqueta vibrante a una camisa más rockera, siempre manteniendo ese aire impredecible.
Pero la primera impresión que nos recordó el ADN metalero de la banda fue Slash, quien apareció en el escenario luciendo orgullosamente una camiseta de Iron Maiden. Un guiño de respeto entre leyendas que encendió aún más a la multitud.
La noche fue un viaje emocional inmerso en un setlist de lujo. Pasamos de la furia a la melancolía más profunda. "Don't Cry" nos hizo abrazarnos con desconocidos, sintiendo cada nota de ese lamento épico. El coro de "Sweet Child O’ Mine" elevó el alma a un punto donde solo existía la felicidad.
Y hablemos de los protagonistas instrumentales: los solos de Slash fueron momentos cumbre. Cada vez que el guitarrista se quedaba solo bajo los focos, su guitarra se convertía en la voz principal. No hubo mejor ejemplo que la introspección magistral en "Patience" o la intensidad arrolladora que le dio a "Civil War". El riff épico y la destreza de Slash fueron, sin duda, la médula espinal sonora de la noche.
El momento que trascendió la música y que jamás olvidaré llegó con "Civil War".
En medio de una canción que habla de conflictos y dolor, Axl Rose tomó una bandera de Palestina, con la poderosa frase “No necesito tu guerra civil”. Al levantarla, Axl convirtió el escenario en un espacio de protesta y reflexión. Fue un gesto crudo, sincero y profundamente valiente que resonó con todo el público, dándole a la noche una dimensión histórica que va más allá de los hits.
El cierre fue alucinante. El piano se apoderó del escenario para la obra maestra: "November Rain". La pura emoción de la balada más grande del rock y el solo de Slash bastaron para mantenernos cautivos. Finalmente, el éxtasis total con "Paradise City", cerrando una noche épica.
Guns N’ Roses no solo demostró que siguen siendo leyendas del rock; demostraron que su música tiene el poder de unir, emocionar y, lo más importante, de alzar la voz.
Positiva, es más.
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